¿Qué es lo que separa a los hombres de los hombres? ¿El miedo, la riqueza, el poder, el color? Nos aferramos a la vida porque es nuestra única esperanza, y, cuando los seres que queremos se nos van, desaparecen de la nada, ¿qué nos queda?, ¿el recuerdo, la esperanza de recuperarlos?
“Ayotzinapa, desde el 26 de septiembre de 2014, significó la siembra de 43 semillas y de miles más, germinadas en nuestros días, cuyas raíces penetraron las entrañas de nuestro planeta, y hoy afloran por todas partes. Estas flores nunca serán meramente un pasado porque conforman nuestra lucha de hoy, que es la lucha de mañana y de siempre”, escribe Alejandro Solalinde en el prólogo de 43: una vida detrás de cada nombre, libro publicado por la Universidad Veracruzana en 2015, como respuesta al ataque en contra de los estudiantes de la escuela Normal Rural Raúl Isidro Burgos, de Iguala, Guerrero.
Un auténtico memorial en que las plumas de estudiantes y docentes de la Universidad dan voz y una chispa de esperanza a las víctimas del terrible suceso. Este es un libro escrito desde lo íntimo, donde se
Las voces de las víctimas se alzan y la memoria de lo que soportamos en un país en el que no existe la justicia. Así, aún nos queda la palabra como arma y esperanza para crear otras realidades. Como dice la doctora Ester Hernández Palacios refiriéndose al arte: Hay en esta empresa muchas plumas que disparan para hablar de la vida, es decir, para lo que, desde Homero, ha hecho la literatura: vencer al olvido.