Muchas veces hemos escuchado la expresión “son como el yin y el yang” utilizada frecuentemente para referirse a conceptos opuestos entre sí, pero más allá de una expresión comparando dos objetos completamente diferentes, el ying y el yang guarda una interesante historia y misticismo.
El Yin Yang se trata de uno de los símbolos más importantes del taoísmo, una filosofía china que busca vivir en armonía con el tao (el principio de todo lo que existe). Según esta corriente, cuando se creó el universo lo primero que surgió del caos fueron estas dos fuerzas. De este modo, el Yin y el Yang representan las dos energías fundamentales que hay en todas las cosas. No son buenas ni malas, simplemente son necesarias para formar el cosmos y mantener el equilibrio.
El Yin se identifica con el color negro y representa el principio de la tierra, la sombra y la luna entre otras. Mientras que la parte blanca, el Yang, simboliza el cielo, la luz y el sol.
Su representación más habitual se denomina “taijitu”, una serie de semicírculos entrelazados siguiendo una línea curva, y con un punto del color opuesto en cada parte. Según la creencia china, esa pequeña porción significa que el corazón de cada parte se atrae el uno al otro, pero siempre manteniendo el equilibrio de sus fuerzas. Sin embargo, ta
Ni el Yin ni el Yang pueden existir el uno sin el otro, aunque son conceptos opuestos estos se transforman entre sí, mostrando que no hay nada estático, sino que todas las cosas son cambiantes, igual que el día da paso a la noche, y el invierno sigue a al otoño. Pero estos cambios nunca son inmediatos, sino que pasan por una fase de transformación. Es por eso que siempre hay un equilibrio en el universo.